Hace unos días sorprendí a mis hijos jugando con sus amigos a un juego de mesa. “La única regla es que no hay reglas” decían. Como era de esperarse, al poco rato voló el tablero por el aire. Bajo la anarquía absoluta, cualquier tablero vuela por el aire. Pero si estamos de acuerdo que sin normas no se vive, con demasiadas tampoco. El exceso de regulaciones en nuestro país es uno de los grandes responsables del freno al espíritu innovador y emprendedor y, consecuentemente a la generación de riqueza. ¿Y si pateamos el tablero legislativo y empezamos de nuevo?
Argentina se encuentra 148 en el Índice de Libertad Económica, que mide, entre otras cosas, la eficiencia regulatoria en cuestiones tales como la libertad de comercio, laboral y monetaria. Está demostrado que esta beneficia a los más necesitados: al apoyar a las empresas y al comercio, reduce los precios al consumidor final, aumenta el empleo y mejora la calidad de vida de los ciudadanos, que pueden así acceder a servicios y productos innovadores. El “respiro” que significa para el sector privado contar con un marco regulatorio que proteja sus inversiones, vele por el cumplimiento de sus contratos, y le permita recoger el fruto de su riesgo, es esencial para el crecimiento y el desarrollo de una sociedad.