Estamos acostumbrados a la violencia. Violencia en distintos grados, niveles, y en diferentes ámbitos. Pedimos consensos pero siempre que hay oportunidad, provocamos al que piensa distinto.
Las instituciones públicas no deben reflejar un color político puntual ni a un solo sector de la sociedad. Son lugares de encuentro, de resolución de conflictos, de enseñanza, de trabajo en común. Son ministerios, pero son comunas, son escuelas, son hospitales, museos públicos. No pertenecen a afiliados de ciertos gremios, a ciertos partidos.
Los canales oficiales no están permitidos para propaganda personal. Tampoco deberían estar permitidos usar nuestras instituciones y sus edificios.
La violencia no solo se ejerce de forma física o verbal de manera directa. También hay violencia ideológica cuando cooptan espacios públicos, y los usan para los propios fines privados de unos pocos interesados. Eso tiene que terminar.