¿Por qué somos ajenos a los caminos hacia el poder cuando en definitiva sufrimos diariamente sus imposiciones y caprichos? ¿Por qué nos entregamos y somos indiferentes a participar de los espacios de conducción de nuestra sociedad? Creo que llegó el momento de pensar y actuar fuera de los esquemas convencionales, entrar al juego y votar distinto.
Este 2021 es un año de elecciones. Se trata de una elección particular, enmarcada en un contexto de crisis tanto local como global por la pandemia, pero con votantes que debieron adaptarse a un mundo nuevo, reformular sus negocios, estudios e incluso su hogar y cotidianidad.
Es cierto que la tecnología y sus posibilidades fueron un factor esencial para atravesar las calamidades del año pasado: el teletrabajo, clases y turnos médicos online, QR para menús, ni hablar de las millones de transacciones bancarias que aumentaron desde el 2019. Incluso hubo clases de gimnasia, cumpleaños, bautismos y casamientos online. Salvo estos últimos, que lograron reinventarse en formato plaza (no hay reemplazo para el valor del encuentro presencial), la ciudadanía se adaptó rápido y una nueva normalidad llegó para quedarse.