¿De qué sirve un día mas de clase en las escuelas?

Desde fines del siglo XIX, el Estado argentino fue protagonista de llevar adelante una exitosa campaña de escolarización. La educación dejó de ser una prerrogativa de las élites y pretendió integrar a las grandes masas. Se logró bajar el analfabetismo del 77 al 13 por ciento hacia 1947, gracias a gobiernos que realizaron diagnósticos basados en la realidad, aceptando los problemas y abordándolos de raíz para minimizarlos.

Hoy la situación es muy diferente. Según la Unesco, la Argentina lidera el ranking de países escolarizados de la región. Es decir, la mayoría de nuestros chicos transcurren gran parte de su día en la escuela, lo que debería ser una buena noticia. Sin embargo, a pesar de pasar más horas en las aulas, los indicadores de calidad educativa de los chicos no paran de descender, exhibiendo resultados desfavorables.

Recientemente, un informe del Observatorio de Argentinos por la Educación publicó que de cada 100 alumnos, solo 16 terminan la secundaria a tiempo y la mayoría egresa sin tener los conocimientos básicos. Abundan testimonios de empresas que no logran cubrir sus demandas laborales, por falta de personas capacitadas, incluso para tareas que no requieren de personal profesional o calificado. Ante esto, es inevitable preguntarse sobre el sentido de la escolarización: ¿a qué van los chicos a la escuela? ¿De qué sirve tenerlos en las aulas, si los que egresan no adquirieron las herramientas que les sirvan para progresar? ¿Qué tenemos que cambiar para que su tiempo valga dentro de las instituciones educativas?

 

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