No hace falta ser experta en educación, ni docente a punto de jubilarse con 30 años de carrera, para darse cuenta de que el ecosistema educativo es uno de los más conservadores para implementar reformas. Esto suele encontrar su explicación en que estas políticas públicas tienen resultados visibles a mediano y largo plazo, es decir, no tienen el rédito político instantáneo necesario para conseguir votos en una elección. Además, los intereses de los sindicatos, de sus representantes en las escuelas, los centros de formación, y de grandes estructuras ministeriales, tampoco colaboran con la misión.
Hoy, en un mundo cada día más volátil y cambiante, nos encontramos en plena revolución digital que, a diferencia de las revoluciones predecesoras, avanza a una velocidad incalculable. Los empleos no calificados están desapareciendo y los algoritmos y la inteligencia artificial amenazan con reemplazar a muchas profesiones. La educación del presente refleja el pasado. Ergo, el cambio ocurre sin que nos demos cuenta. Entonces, ¿cómo podemos preparar a los chicos cuando no conocemos las profesiones y las exigencias del futuro? ¿Qué necesitan aprender?