Ante el profundo cambio de paradigma mundial en el que nos encontramos, es vital que nos animemos a repensar cánones que por mucho tiempo dimos por sentados. Volver a aprender cómo educamos puede ser de los más desafiantes, pero también de los más urgentes.
Durante siglos, el modelo educativo ha sido, en gran medida, rígido y estandarizado. En las aulas tradicionales, el conocimiento fluía (y en su mayoría lo sigue haciendo), en una sola dirección: del maestro al estudiante. Esta estructura, que en su momento tuvo sentido, hoy se enfrenta a un gran desafío. El mundo ha cambiado más rápido de lo que la educación ha sabido adaptarse. La tecnología, la globalización y la naturaleza impredecible de los mercados laborales exigen habilidades y competencias que no siempre se abordan en las currículas convencionales.